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Diario El País - 27 de marzo 2010 Esperar desde la cuna

| sábado, 27 de marzo de 2010

Que Pasa

Esperar desde la cuna

Hogares del Inau, el otro lado del instituto
P.B.
Nunca tenemos un número certero. Día a día puede cambiar", dice Beatriz Scarone, directora del Departamento de Legitimación Adoptiva y Adopción del Inau. Habla de la cantidad de niños que se pueden dar en adopción. Sólo afirma que los casos "son mínimos, teniendo en cuenta las posibilidades del Estado de apoyar a la familia. Si (la familia biológica) tiene la capacidad afectiva para cuidarlo, ¿por qué se lo vas a dar a otro?".
En evaluar justamente si el niño podía quedarse con su familia de origen o no, se le iban años a un Estado sin apuros. Eso ahora cambió porque la nueva ley establece plazos de respuesta casi inmediata. Igual, 4.653 niños y adolescentes viven en hogares de tiempo completo o en familias cuidadoras del Inau, y es difícil que salgan de allí. Los que accedan a una familia adoptiva, serán unos privilegiados.
Serán los más chiquitos, los que no tengan enfermedades, los que no hayan sido víctimas de abuso o violencia doméstica, los que no reciban visitas esporádicas de sus padres, abuelos o tíos.
FELIZ CUMPLEAÑOS. Belén, a sus siete años, debe haber visto a su padre unas 10 veces. Está internada en el hogar Aguaribay, sobre Camino Castro, en el Prado. Allí vive desde muy chica con 14 niñas de edad escolar que también sufrieron el abandono o cosas tal vez peores.
Belén es menuda, simpática y conversadora. Cinco minutos con ella y se vuelve extremadamente cariñosa, demandante y habla sin descanso. Agarra fuerte la mano del extraño que llega y le muestra todo el hogar... varias veces. La cocina, su cuarto, el de sus amigas, el de las no tan amigas, el cuarto de los funcionarios, la sala de estar.
Mejor no preguntar si el de ella fue un caso de abuso sexual o violencia doméstica, si la internaron porque sus padres consumían drogas, si discutían a los golpes, si alguno de ellos se suicidó, o los dos. Las historias de estas niñas son así. Sus derechos fueron vulnerados y, por disposición de un juez, viven en el Inau.
"Tenemos que sacarnos el sombrero con estas niñas", advierte Eduardo Lamerain, director del centro. "Vienen muy cansadas, tristes y doloridas, y sin embargo las ves a las risas". Las vidas que tuvieron se les nota en los permanentes cambios de humor y a veces en los estados de depresión, cuenta el funcionario.
En Aguaribay intentan insertar a las niñas en escuelas o centros comunitarios. "Mejorar su calidad de vida", resumen los encargados mientras ellas corretean poniéndose la túnica y gritando exaltadas debido a la visita de Qué Pasa.
El entusiasmo que a veces es rabia no frena las ansias de que sus familias las visiten. Aunque sea sólo el día de sus cumpleaños. A pesar de todo, "quieren a papá y mamá" y son dulces con quienes no quisieron o no pudieron paternarlas como se merecían. Difícilmente alguien acepte adoptar a una criatura que pasó por lo que ellas.
NO PUEDO CONTIGO. En la vereda de enfrente a Aguaribay está Espacio Prado, un hogar con olor a hospital en el que viven 30 niños y adolescentes de hasta 15 años que padecen discapacidad intelectual o motriz. El promedio en el Inau es de siete niños por cada funcionario, allí la relación se invierte: hay más trabajadores que internados.
Sus familias los visitan a menudo, pero no pueden hacerse cargo de ellos. Por no contar con los recursos económicos para los tratamientos o porque sencillamente no son capaces de darles lo que precisan.
De los que están en edad escolar, el 50% asiste a escuelas especiales. Son los que tienen "mayor nivel de comprensión", explica la directora y médica María Luisa Laguardia. Esos niños están en el primer piso del edificio; muchos se mueven solos, aunque necesitan ayuda para comer o vestirse. A algunos se les entiende, otros sólo balbucean.
El segundo piso nuclea a casi todos preescolares, en un escalón menor de comprensión y relacionamiento. "No, él no habla", interviene una educadora sin vacilar. "Es autista", agrega. Ella -y sus compañeras, todas por encima de los 40 años- sí hablan con los niños, les dan besos, los abrazan, los sostienen y los ayudan a tirarse de un tobogán de plástico.
Y en el tercero, una salita alberga a unos pocos niños o adolescentes entubados. Ellos definitivamente no hablan. Y no sólo porque están dormidos. Conviven en el mismo espacio con bebés y niños menores al año, todos con alguna discapacidad. Ciertos casos llevan a las educadoras a evaluar si pueden pasar al ex Centro 4, hoy llamado Cevip: un hogar desde el que frecuentemente salen niños en adopción.
Es que, a pesar de los cuidados especiales a los internados de Espacio Prado, en 2009 se entregaron cuatro y este año ya hay al menos tres en situación de ser adoptados. Serán aquellos con discapacidades más leves y, probablemente, los más chicos.
QUE TENGAS SUERTE. En el Cevip, el Centro de Evaluación Integral Preescolar, viven 46 niños menores de cinco años. La mitad apenas alcanza el año de vida. Allí llegan casi todos los bebés cuyas madres, después de parirlos, deciden entregarlos al Inau. También van los que aparecen en contenedores o abandonados bajo un árbol, y los "partos en calle", que le dicen.
Aunque "hay toda una gama entre el abandono total y la paternidad", como afirma el director Walter Phoyu, sólo el 10% de los niños del Cevip tiene chance de volver a sus familias biológicas. No significa que el 90% pueda darse en adopción, porque a veces hay grupos de hermanos o situaciones especiales a contemplar. Pero en este hogar las posibilidades no son "mínimas", como había dicho Scarone sobre la generalidad de los internados. En el Cevip, de hecho, son bastante altas. El año pasado se concretaron 30 adopciones.
"La idea es un pasaje que sea transitorio", asegura Phoyu. Cuanto más rápido, menos impacto psicológico, explica Scarone. Ojalá eso les hubiera sucedido a los miles que ya sufren o seguramente sufrirán las secuelas.


Link: http://www.elpais.com.uy/Suple/QuePasa/10/03/27/quepasa_478825.asp

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