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La esperanza y la desesperanza en la adopción

| domingo, 10 de abril de 2011

La adopción, es para algunos un proceso jurídico de protección de la niñez desamparada, para otros un acto de solidaridad y amor, que se ha convertido en los últimos tiempos, en un área cada vez más problematizada y problematizante del saber, relacionado con los temas referidos a la conformación familiar. Pese a una experiencia de casi medio siglo en el tema de familias, continuo viendo el sufrimiento de las parejas que no pueden y desean ser padres, como el de las madres que no desean tener hijos y se embarazan sin poder evitarlo, siendo forzadas a criarlos sin el menor respeto.
El hijo no tenido se hace cada vez más inalcanzable, porque hay más demanda, porque hay más “esterilidad vincular” por el sistema enloquecido en que vivimos, para “tener” lo que el consumo nos impone o para lograr sobrevivir en una sociedad precarizada por tantas crisis, También porque hay venta y tráfico de niños, ya no solo a cargo de siniestros traficantes sino también de profesionales y funcionarios. Paradójicamente hay mas niños pobres, en y de la calle, desnutridos, hambrientos, mendigando, aspirando pegamento y sufriendo infinitamente.
Los textos y publicaciones acerca del tema, con frecuencia continúan con la tendencia a la “demonización” y la extrema “patologización”, tanto de las parejas aspirantes a la paternidad, como de los niños posibles de ser adoptados. Al leer algunos informes de psicodiagnóstico profesionales hechos a los aspirantes, nos encontramos con informes lamentables, que son asunto de encrucijada para las cátedras de Psicología Forense. Se siguen confundiendo los objetivos de los estudios pertinentes a la adopción, cuando se buscan índices patológicos a los fines de un abordaje clínico, en lugar de una evaluación situacional del vinculo de pareja donde se acunará el niño a ser adoptado. De la misma forma que antes se confundían los estudios socioambientales, para saber si el niño tendría un hogar con un cuarto o espacio propio y servicios sanitarios mínimos, con detectar los elementos en confort de alto costo. Pedirles en este país a todas las parejas un sueldo estable, cuando el mismo estado posee trabajo de contratos basura absolutamente inestables, es una broma del mal gusto. También otra forma nueva de maltrato a los aspirantes a la adopción.
Claro que este tema que debiera ser una especialidad, con amplia formación teórica y técnica dentro de la universidad, solo es un tema dentro de algunas materias en las Facultades de Psicología y Servicio Social, como también de las formaciones de posgrado de minoridad y familia. Cuando las entidades profesionales hacen actividades docentes de la especialidad, los inscriptos en su gran mayoría son madres o padres adoptivos o también los aspirantes a serlo. Es un índice que muestra la extrema soledad y desorientación en que se encuentran y la falta total de continencia de las entidades encargadas de la adopción. Ellos pretenden que con dos o tres encuentros grupales y los dos estudios de psicóloga y asistente social, se alivie el desborde continuo de angustia durante cuatro a siete años de espera del hijo. Esta metodología es expulsiva y los empuja a las alternativas de lo que ya es “turismo adoptivo”, buscando el niño anhelado en el imaginario paraíso de las provincias, supuestamente proveedoras inagotables de niños. También, desgraciadamente serán sujetos factibles del “canto de sirena” de los mercaderes de niños.
A pesar de nuestra insistencia por lo contrario, es absurdo seguir dudando y sospechando de locura o delincuencia en parejas que se aman y que llevan varios años de casados, con un sólido vínculo parental, que han asumido amputaciones en sus sueños de los hijos, en sus anhelos de conformar una familia, como también heridas de orden corporal, afectivo y económico, en su pase por los costosos tratamientos médicos y psicológicos. Alguna vez los denominé como padecientes del “síndrome de desencanto reproductivo”, porque presentan síntomas de un vacío generalizado, en sus vientres, en su corazón y en su bolsillo.
Se sigue insistiendo en describir motivaciones “inconfesables” de los aspirantes a conformarse como padres, coherente con el comportamiento de las instituciones competentes en el tema, que siguen con esta disposición insistentemente cuestionada, de someterlos a estudios y certificaciones que los hacen sentirse delincuentes potenciales, hasta que no demuestren lo contrario. Muchas parejas que leen textos, donde se los cuestiona y castiga duramente con interpretaciones de diverso orden, en sus deseos, sufren y acuden a las consultas o grupos de autoayuda, soilicitando explicaciones al respecto. Lamentablemente en ocasiones, los psicólogos olvidamos que cuando escribimos nuestras ideas, las leerán los interesados o usuarios, no solo los especialistas, por lo que la forma del mal decir en arabesco o también del escribir para no decir nada claro, es una manera eficaz de confundir y así mimo de llegar a lastimar.
Cada día se incluye un nuevo certificado, un nuevo obstáculo que va socavando el autoestima de quienes ya por no poder gestar, se sienten transgresores del mandato de la cultura judío cristiana, del “creced y multiplicaos”. De tanto intentar protegerse en lo jurídico, se deja al desnudo y el descarne el padecer de éstas personas. El derecho ejerce sus fieles aplicaciones de la ley y los profesionales defienden los Derechos Humanos, sobre todo en defensa de la Convención Internacional del los derechos del Niño. Todas las personas democráticas, estamos en total acuerdo, sobre todo porque todos padecemos la corrupción de la viveza criolla, como vicio nacional de corrupción generalizada. Hoy por hoy el que cumple la ley y respeta los derechos humanos es un ser “excepcional”, los que nó, son la mayoría.
Pero tal como se nos presenta la vida, el mundo y la sociedad en que vivimos, vale preguntarse si no hace falta algo más, si no nos hemos olvidado los psicólogos de losvalores humanos y de los sentimientos íntimos de las personas. Este dilema nos lo ofrecía el colega colombiano Luis Restrepo, cuando escribió su insólito libro “El derecho humano a la ternura”, cuyo pensamiento he desarrollado en algunos trabajos. Parece increíble que alguien tenga que arengar para defender el derecho a la ternura humana.
Las mujeres, progenitoras o madres biológicas, denominaciones según el gusto y la ideología de quienes las mencionen, son las entregantes y no abandonantes de niños que han gestado y parido, sea cual fuere la razón, consciente o inconsciente, cercana al orden del no deseo del hijo, la ignorancia, la inmadurez, la miseria, el hambre, el abuso, la violencia, el deterioro de la salud, la enfermedad mortal o la alienación total. Muchas pueden ser las razones en un país donde aún la anticoncepción es aceptada a medias y donde el acceso al aborto es privilegio de quien posee como pagarlo, para no morir en manos de cualquiera.
La palabra “abandónica” está cargada de un peso estigmatizante, sustentada en el perimido concepto del supuesto instinto maternal, graciosamente expresado en el refrán español “amor de madre, lo demás es aire”. Siempre además son las mujeres quienes son sometidas a la condena del imaginario social, con escaso reconocimiento del mismo valor hacia el hombre interviniente en esa concepción, a la razón el padre biológico o progenitor o solamente un genitor.
El niño sin padres no es un “abandonado”, sino alguien en situación de desamparo, pero también pasa por el filtro de la maquinaria discriminatoria, puesto que para ser seleccionado en primer orden, debe ser recién nacido o mejor dicho “recién parido”, blanco, de buen peso, con certificados probatorios de su perfecta salud y si es posible con la historia clínica de la progenitora. Quedan en la trastienda de la espera, los niños mayores de tres años, los púberes y adolescentes, los morenos o de rasgos aborígenes, con varios hermanos, los enfermos o con alguna limitación de índole física o mental.
Los organismos encargados de la adopción, siguen pidiendo una foto de la pareja aspirante. Opinan que de esta forma “recuerdan” mejor a la pareja y además algunos siguen insistiendo que de esa forma será “armónica” la elección del niño. Es tan perversa esta aseveración, que no cabe palabra alguna. Pero sin embargo, lo continúan haciendo. Es hora de comenzar a pensar que ese niño preseleccionado por fu forma y color como un producto del mercado y esa pareja así favorecida en su discriminación, no pueden ser un nido favorable sino de alto riesgo. Riesgo que no es abordado nunca.
Es necesaria experiencia amplia en este tema, acompañado de una edad con la presencia de la propia descendencia, para situarnos con mayor tolerancia, más compresión del dolor ajeno y menor petrificación ontológica en los conceptos que se refieren a la carencia de hijos, a la imposibilidad de hacerse cargo de un niño gestado y del padecer de niños sin familia, institucionalizados o en la espera de alguien que los “ahije”. Se hace necesario dejar de sentirnos jueces infalibles del sufrimiento ajeno, para entender que nos heos formado a asistir y aliviar al que sufre.
Padecen tanto riesgos quienes no quieren o no pueden hacerse cargo del niño gestado y parido, como de quienes no pueden gestar ni parir y desean conformar una familia, son dos puntos extremos de un mismo camino, el de la vida. En el medio está el que no puede decidir por sí mismo, el niño solo y con necesidades a satisfacer para permitirle la existencia.
Hace unos años realizamos una especialización en el tema para profesionales a desempeñarse o ya desempeñados en esa área. Lo hicimos al advertir los riesgos producidos a causa de la multiplicidad de ideologías contradictorias, que circulan en los ámbitos judiciales y estatales, como en los privados y la aparición de los equipos privados de gestorías que “arman carpetas”. Nuevo fenómeno que ya fue advertido hace años como peligroso también, por la tendencia a copiar modelos de agencias privadas de adopciones, como en Estados Unidos. Pero la desesperación de los padres por acortar la espera, les hace suponer, o se los hacen suponer, que se apresurará si hacen los mismos trámites en un equipo privado, que los que el Estado les brinda gratis.
La maternidad y paternidad por adopción, en términos simbólicos, en nuestro país, tal como es abordado actualmente, bien puede ser equiparable a las gestaciones de “ alto riesgo ” obstétrico. Este concepto médico describe todas las anomalías o problemas biológicos provenientes de ambos padres, que hacen de algunos embarazos circunstancias de alto riesgo para la salud y la vida, tanto del feto como de la madre. Es así como en la espera de nueve meses antes del nacimiento, se transita por variables potenciales de aborto, destrucción, malformación, parto prematuro, hemorragias, infecciones, patologías diversas o la misma posibilidad de muerte de la madre o del feto. También las familias adoptantes se desgarran, se abortan mutuamente, se desangran de dolor, se infectan de frustraciones acumuladas, se mueren de pena y caen en la desesperanza, aniquilante de la intimidad.
Este alto riesgo está referido a la inestabilidad del vínculo parental que es lo que sostiene amorosamente al niño, a la alteración en su salud mental como sujeto, como además a las posibilidades de una vinculación no sana y equilibrada entre ellos y el niño adoptado. La larga, solitaria y angustiosa espera, sin acompañamiento ni contención de las entidades encargadas del tema, la irritación y el maltrato con que se responde a las llamadas de los ansiosos aspirantes, las averiguaciones de antecedentes junto a quienes desean sacar un registro para manejar automotores (donde gestores reciben pago para hacerles el “aguante”), sumado a factores de índole personal vinculados a la edad y el monto de sufrimiento, son elementos de riesgo y de profundo daño para las parejas en espera, pero también para la calidad del nido en espera del niño.
A los padres no les alcanza con dos o tres encuentros grupales para darles información, equiparables a las clases de anatomía y fisiología de los clásicos cursos preparto, que nada modifican ni ayudan. Es insuficiente, necesitan ser escuchados de manera personalizada, compartir todo el tiempo un espacio grupal de pares que pasan por las mismas circunstancias.
Tengamos en cuenta que hoy, después de pasar por la maquinaria exploratoria de aptitudes requeridas del Estado, deben resignarse pasivamente a esperar entre cinco a siete años. Esto después del largo tiempo que ya llevan con tratamientos médicos, psicológicos y promesas religiosas diversas
La ley de adopción ya es insuficiente, porque sus modificaciones, luego de haber permanecido inamovible desde el año 1947 en que fuera creada, servían hasta comienzos de los noventa. El país y la sociedad en su conjunto han cambiado bastante, ya no es posible seguir con el viejo concepto jurídico de “ adoptabilidad” y el empecinamiento asociado de familia biológica como propiedad privada del niño.
Se impone crear un nuevo concepto de “ paternidalidad” , para ser aplicado a padres o familias cuyos hijos gestan y paren sin desear y sin sentido, que los maltratan abandonan de mil formas, los arrojan a la calle, a la mendicidad, la explotación laboral, la prostitución y el consumo de drogas. Pero además que todos ellos no buscan ni aceptan ayudas, subsidios, ni planes estatales que les ayude a mantener el vínculo familiar. Es necesario sacarnos las caretas de la hipocresía y aceptar que muchos de esos padres no actúan así porque son pobres o no tienen acceso al trabajo, sino simplemente porque no quieren a esos hijos. De una vez por todas tenemos que entender que gestar y parir no es ineludiblemente un acto voluntario acompañado por el puro de deseo. Esos niños serán nuestro futuro, esos niños necesitan padres y familia, esos niños necesitan amor, educación adecuada, cuidado, contención y ternura. Esos niños pueden acceder a la adopción simple o a otras formas a concensuar entre todos. Al asumir el gobierno de Lula en Brasil, se llamó a una convención de todas las organizaciones de familias adoptivas, en todos los sectores de los diversos estados, para realizar encuentros acerca del asunto y elevar propuestas de consenso nacional, para modificar el sistema de adopción desde las cámaras legislativas. También nosotros podríamos hacerlo.
Es necesario crear una nueva forma en el sistema de adopción en el país, tal como ha sido revisado en éste y otros lugares, adaptándolo a la realidad de este siglo, de nuestro país, de nuestro continente.
La forma en que se accede a ser adoptado y ser adoptante, padece de los mismos vicios que todo lo que no ha sido revisado en nuestras instituciones, con este deterioro corrupto que ha conseguido atravesarnos de desesperanza, que nos aliena y nos fragmentará cada día más, sino somos capaces de desarticularlo con cambios efectivos. De no hacerlo, habremos puesto en alto riesgo a las familias que se conforman por medio de la adopción.

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