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Tiene 14 años y fue como polizón de Ghana a Montevideo con sólo tres panes y dos botellas de agua

| sábado, 7 de mayo de 2011

Tiene 14 años y fue como polizón de Ghana a Montevideo con sólo tres panes y dos botellas de agua

04/05/11
Viajó escondido en la sala de máquinas de un barco. Al llegar fue adoptado por una soldado uruguaya.

PorGuillermo Pellegrino
Montevideo. Especial. 

 



Cuando el jugador ghanés Asamoah Gyan desperdició en Sudáfrica el penal ante Uruguay –y con él la posibilidad de que, por primera vez, un equipo africano accediera a la semifinal de un Mundial–, en la ciudad de Tema (en Ghana) otro Asamoah, Jonah, lloraba frente al televisor. Con el hambre siempre al acecho, el fútbol era de las pocas alegrías para este joven de 14 años, que nunca imaginó que pocos meses después, tras un increíble viaje de dos semanas como polizón en un barco, arribaría a aquel país que había eliminado a su Selección y del que apenas había oído hablar.
En su segundo escape de la exclusión y la miseria, a principios de abril Jonah llegó hasta el puerto ghanés de Accra y logró colarse en un buque carguero que estaba haciendo escala. Sólo pudo saber que se dirigía a Sudamérica. Con desesperación, inconsciencia juvenil, un par de botellas de agua, tres panes y una biblia, se escondió en la bodega, debajo de los motores, en un pequeño espacio que apenas le daba para extender su metro setenta.
Luego de dos semanas de viaje, aturdido por el ruido de los motores y ya sin posibilidades de racionar la comida que era parte del pasado, Jonah agradeció a Dios cuando advirtió que el barco anclaba en un puerto. Para bajar debió esperar el momento propicio para que no lo vieran los tripulantes. Una noche de mediados de abril, cansado y mal comido, llegó a Montevideo.
Al otro día, con lo puesto, salió a caminar las calles. Sin hablar ninguna palabra de español, en esas primeras horas sólo se comunicaba con la gente para pedir un poco de comida cuando el estómago empezaba a chillar. Luego de estar unos días a la deriva, en los que reconoció que estaba en Uruguay por las banderas que vio en la calle y que recordaba del partido del Mundial, la suerte le hizo un guiño. En la zona de Tres Cruces, donde está la Terminal de ómnibus, se acercó a él un joven uruguayo que había sido deportado tras vivir varios años en Miami y que ahora se encontraba, como él, en situación de calle.
Al verlo desamparado, lo ayudó y en inglés le propuso ir al Comando del Ejército porque sabía que allí, a muchos indigentes, le daban algún plato de comida. En ese momento estaba de guardia la soldado Edy Yaque (49), quien a las pocas horas terminó adoptando a Jonah y, a través de su hijo, le dio un trabajo al joven uruguayo.
“Cuando lo vi llegar me conmovió, estaba con hambre y con frío, y como yo estuve en la misión del ejército uruguayo en Congo y sé de los padecimientos de mucha gente en Africa, pensé enseguida en adoptarlo, pero creí que, por temas burocráticos, no sería tan fácil, sin embargo, a las pocas horas ya estaba con nosotros”, cuenta a Clarín Edy, sentada en el living de su casa del barrio Punta de Rieles, junto a Jonah, quien por momentos la mira y en otros baja la cabeza clavando su mirada varios minutos en el suelo. “Si por ella fuera, y si estuviese en otra situación económica, mamá adoptaría a decena de chiquilines”, asegura Lorena (26), que también es adoptada y es la mayor de los cuatros hijos de Edy.
Jonah cuenta que a los 10 años dejó su pueblo porque sus padres no tenían trabajo y ni para darle de comer. “Víví como pude, tratando de ver dónde había comida y que me pudieran dar algo”, cuenta. “Ahora quiero aprender el idioma, para poder estudiar”, agrega.
“Hoy (por ayer) me quedé a cuidarlo e hicimos un trueque: yo le enseño español y John –como lo rebautizaron en la familia– me enseña inglés”, explica Lorena. El chico ya va captando algunas muletillas como “OK”, “no pasa nada”, “no hay problema” y “gracias” y se da a entender por gestos, como con los vecinos del barrio, que están bastante “revolucionados” con su llegada y ya lo invitaron un par de veces a jugar al fútbol.
Cuando este cronista le pregunta por cómo imagina su futuro, Jonah dice que le agradaría ser “mecánico de autos” y, levantando la mirada, en la que deja entrever una hondísima tristeza, afirma: “Y además de esta familia que Dios me dio en suerte, sueño con algún día formar mi propia familia, poder ser feliz junto a ellos”.


Un fanático del fútbol, que ya se sumó a las rondas de mate


Con un inglés cerrado y monosilábico, Jonah dice estar muy agradecido con su “mamá”, así la llama a Edy, la mujer que consiguió su tenencia provisoria. El trámite, cuenta la mujer, fue rápido y a los días ya estaba viviendo junto a su familia en el barrio Punta de Rieles. El joven ya probó el mate (“me gusta”, dice con una leve sonrisa) y fue invitado varias veces por los vecinos a jugar al fútbol. “Parece que juega muy bien”, dice Edy.

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