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Familia de dos; la mamá y el hijo

| martes, 1 de junio de 2010

1. La madre sola afronta la tarea de criar un hijo por sí misma y sin la existencia de un padre. El 12,9% de los hogares catalanes son monoparentales; el 80% son de mujeres con niños.

Meritxell P. decidió ser madre sin esperar a tener pareja. Por eso decidió adoptar

La maternidad es una decisión personal de una mujer y, asegura Meritxell P., responde a algo así como a un reloj interno, biológico, una llamada que no se puede explicar, pero que, cuando llega, es inevitable hacerle caso. Quizá para algunos lo anterior sea un tópico, pero en boca de esta madre se convierte en un argumento sólido. Siguiendo ese toque o ese tic-tac, tic-tac natural, ella decidió ser «madre soltera».

Que Meritxell P. iba a ser madre era algo que había tenido claro siempre; que iba a ser madre «soltera», como se define a ella misma, ha sido una «circunstancia» de la vida. Que iba a adoptar a un niño también formaba parte de sus planes cuando, de pequeña, se visualizaba como adulta. «Siempre había pensado que tendría varios hijos, algunos biológicos y algunos adoptados. Siempre había pensado que tendría una familia tradicional, pero no pudo ser así. Yo no soy una soltera vocacional, lo soy de manera circunstancial. La maternidad se vive igual con o sin pareja», dice.

Mujer profesional, resolvió, a los 35 años, que sería madre. Su decisión no pasaba, asegura, por tener un hombre al lado, por casarse o por tener pareja. Ni siquiera por esperar que esta llegara algún día. «Yo no viví la maternidad como soltera como si no me quedara otro remedio. Quería tener un hijo, me lo pensé mucho y llegué a la conclusión de que podía. Siempre he tenido el convencimiento que una familia monoparental es perfectamente viable».

Asegura Meritxell que si más adelante llegaba una pareja, ese hombre ya se adaptaría a la situación de madre con hijo como hacen las parejas que aportan hijos de sus ex. «La sociedad está más preparada para las familias que no responden al modelo tradicional. Hay poca gente que cuestione otros modelos», dice. P. tiene ahora 41 años y un hijo, de 8, al que adoptó con 4 años tras dos de papeleo.

En el momento en el que tomó la decisión de ser madre tuvo claro que adoptaría a un niño: «Veo la adopción como algo más natural que la inseminación, pero esa también es una opción muy personal y cada mujer hace lo que quiere. La verdad es que a mí me hubiera dado miedo quedarme embarazada estando soltera. Claro que me hubiera gustado tener hijos biológicos, pero lo que no quería perderme era el ser madre. Es lo mejor que he hecho».Apoyo familiar

I. nació en Rusia y, a los 4 años, conoció a Meritxell en el centro donde estaba. Al cabo de unos meses, los dos llegaron a Barcelona y formaron, como dice el pequeño, «una familia de dos». Meritxell tuvo el apoyo de toda la familia y es por eso que, asegura, no se define para nada como una madre sola. «Soy una madre soltera, pero no estoy sola. Mi familia se implicó desde el principio en todo el proceso. Cuando se lo conté a mis padres, estos me dijeron que ya estaba tardando y mis hermanos me dieron todo el apoyo. Mi madre me acompañó a Rusia a conocer a mi hijo», explica. En Catalunya, el 12,9% de los hogares están formados por familias monoparentales, es decir, con un único adulto y uno o varios hijos. El 80,9% de estas familias las forman madres solas con niños. Lo cierto es que no es fácil diferenciar el discurso de una madre con pareja del discurso de una madre sola o soltera. En las dos hay una premisa que ellas defienden a capa y espada: quien decide ser madre asume todas las consecuencias independientemente de si la acompaña un hombre u otra mujer o de si no hay nadie al lado.

El piso de Meritxell es amplio, pero la presencia de su hijo aflora en cada rincón. Un caballito de dibujo en el salón; un cuento, sobre el sofá; unos muñequitos de plástico, en una esquina; unas sábanas infantiles colgadas al sol. El niño es cariñoso, juguetón, inquieto y ha hecho que su madre conozca a los vecinos.

Meritxell tiene claro que en el colegio lo que puede hacer «diferente» a su hijo no es que sea un niño adoptado; la diferencia principal respecto a sus compañeritos es que no tenga un padre.

Cuenta, eso sí, que desde el principio ella le ha dejado claro que nació de un hombre y de una mujer y que ella apareció en su vida para ser su madre. I. no pierde ni un segundo de la conversación de su madre mientras hace un caballero al estilo del dibujante Roger Olmos. Cuando su madre habla de diferencias, él interrumpe la conversación. Dice que conoce otras familias de dos: «Como mi mamá y yo». Hecha la aclaración, sigue dibujando.

Que son una familia de una mamá y un hijo, que son una familia de dos no es nada nuevo ni para él ni para sus compañeros ni para las maestras. Al principio del curso, Meritxell se lo explica a la maestra y así evita que los compañeros lo traten de manera diferente al resto. De hecho, los niños, asegura, son curiosos, pero se adaptan a las explicaciones siempre que sean verdaderas. I., además, tiene un cuento que le hizo su mamá y en el que se explica cómo fue el camino hacia Barcelona.

«Lo único que me sabe mal de esta situación es que va a ser hijo único. Siendo soltera no me atrevo a adoptar a otro hijo. Hay mujeres que sí lo hacen, pero yo no podría», se lamenta ella.

Para el resto de problemas familiares siempre encuentran una solución: más horas de la canguro, a la compra de los sábados van juntos y, por supuesto, también está el apoyo de la abuela.

La figura masculina la aportan los hermanos de Meritxell y el esposo de su hermana. «Claro que es necesario que tenga referentes masculinos y los tiene con mis dos hermanos y mi cuñado. Ellos son figuras importantes para él. Es curioso: el otro día estábamos cargando unas bolsas pesadas y me dijo: ‘Ahora sí nos iría bien un papá’. A veces pregunta por qué no hay un padre, pero tiene muy claro cómo es nuestra familia. Nunca ha conocido otra». En la estantería hay fotos de los primos, de los abuelos, del perro de los primos. I. acaba el dibujo y los señala. Está orgullosísimo de ellos. También del dibujo al estilo Olmos: «Me firmó el cuento de Sant Jordi», dice. Fue con su mamá.



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